miércoles, 9 de mayo de 2007

Diálogo con la Sombra

Él abre la puerta de la sala con un cierto hastío y da un paso para el lado, a fin de dejar la sombra entrar. La expresión en su rostro es desolada, una tristeza contenida, una melancolía resignada. Sabe que su vida está bloqueada y que no hay nada que él pueda hacer para despejarla.

Antes de entrar, la sombra para en la entrada de la puerta y espia en el interior de la sala, curiosa. Es un bulto oscuro, de contornos difusos y, aún así, su rostro, desproveído de ojos, nariz o boca, consigue expresar cada pequeña parte de emoción. La sombra es alta, más alta que él, y más delgado. Sus movimientos son monos, espontáneos y amplios, en un agudo contraste con los modos contenidos del dueño del apartamento.

— Es un apartamento simpático, lo que usted tiene aquí — dice la sombra, con aparente sinceridad, pero dejando entrever una cierta nota de ironía en la voz.

— Es, a mí me gusta vivir aquí — él responde, en una voz sin entonación.

— Importa si yo me siento ? — antes de que él responda, la sombra ya se encamina hacia el sofá.

— Qué es lo que usted quiere aquí? — él pregunta, no enteramente satisfecho con los modos despachados de la sombra.

— No sé, fue usted que me llamó.

— Yo?

— Me quedé hasta sorprendido. Usted siempre me ignoró, nunca quiso hablar conmigo, ni siquiera mira mi cara. Y de pronto, de la nada, me pide para venir aquí.

— Cuándo fue que yo le pedí venir?


La sombra da una carcajada.

— En el momento en que abrió la puerta.

— Pero fue usted quien tocó la campanilla! — él protesta.

— Son años que yo vengo tocando esa campanilla, y usted nunca atendió — retruca la sombra, con simplicidad. — Si abrió ahora, sólo puedo presumir que usted necesita de mí.

— Por qué yo lo necesitaría? — dice él, con una perplejidad creciente.

— Ora vamos a ver, no va decirme que usted está satisfecho con su vida!

— Podría ser mejor, pero también podría ser peor. En general, yo diría que, sí, estoy bastante satisfecho.


La sombra da de hombros, como si el asunto todo no le tuviera el menor interés.

— Usted dice una cosa, y tu rostro dice otra. En quien yo debo creer?

— Que me importa eso? — él ahora comienza a demostrar una cierta irritación.

— Ah, pero importa, sí! — la sombra levanta y camina hasta él, que continúa parado junto a la puerta, sin decidirse a cerrarla. — Entienda, yo puedo disminuir su dolor. Todo lo que usted tiene a hacer es pedir.

— Como usted haría eso?

— Yo tengo reservas prácticamente inagotables de energía.

— Y todo eso será mío, si yo te adorará? — él cita, las palabras vibrando de ironía.

— Creo que usted está confundiendo un poco las cosas. Yo no soy de esos.

— Ah, no? Entonces, qué eres?

— Una sombra, no está viendo?

— Sombra de quién? O sombra de quê?

La sombra ríe a carcajadas, aproximando su boca invisible del oído de él.

— No es obvio? Tu sombra! De quien más sería? — después de cuchichear esas palabras, ella va hasta el centro de la sala, sobre la alfombra decorada con motivos indígenas, y abre los brazos, dramáticamente: — Y como su sombra, obviamente tengo todo lo que le falta.

— Y qué es lo que me falta?

— Energía, ya dijo. Disposición, ánimo. Zarpa. Ambición.

— No quiero ser ambicioso.

— Ah, pero usted es ambicioso! Sólo que no reconoce eso. Él no responde.— La ambición no es necesariamente una cosa ruin, bajo, sucia. Jesucristo era ambicioso!.

— Cristo?

— Salvar el mundo, quiere un proyecto más ambicioso que ese?

— Eso yo también quiero.

— Entonces, necesita aprender a aceptar su cruz. Es el precio que se coge.

— Cuál es mi cruz?

— ¡¡¡Yo soy su cruz!!! — la sombra lo encara como se estuviera hablando con el alumno retardado de la clase, aquel que es el último a percibir el obvio aullido.

— Entonces, aceptarte es el precio a pagar para que usted me ayude.

— Parece justo, no parece? Él pondera:

— Y qué es lo que exactamente usted gana con eso?

— Su compañía, claro! Admito que no es una compañía de las más brillantes, pero es mejor que el foso sin luz donde yo habitualmente vivo...

— Parece fácil.

— Las cosas no siempre son lo que parecen.

— No es fácil?

— Tampoco dijo que es difícil.

— Estoy confuso.

— Para quién siempre tuvo tantas certezas, estar confuso es una buena señal.


Él no parece engreído. La sombra hace a aproximarse, coloca una mano amigable en su hombro:

— Vamos a hacer lo siguiente. Usted me deja quedarme por unos días y ve como las cosas ruedan. Si le gusta, yo continúo. De lo contrario, puede mandarme de vuelta. — Hace una pausa, espera que él absorba la propuesta. — Hecho?

— Quién me garantiza que usted si irá si yo quisiera?

— No confía en mí?

— No.

— Hace bien. Yo tampoco confío en usted. Entonces, estamos en afines — extiende la mano para él:

— Hecho? — repite.


Él suspira y aprieta la mano que la sombra le extiende.

— Tengo la impresión de que este es el inicio de una bella amistad! — conmemora la sombra.

Él cierra la puerta. La sombra permanece en la sala...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

interesante dialogo, creo que es la muerte, no???

! EQX XIII dijo...

no pequeño salta montes...