Creo que ya he tenido este deseo antes; esta vulgaridad repetitiva; este sueño. Dentro del sueño tenía otro nombre. Aquí, afuera, sólo soy alguien más.
En la calle, la gente se limita a contestar buenos días, tardes, noches -depende el tiempo y el humor-, las personas no siempre resultan tolerables. Uno a veces se oculta miserablemente bajo las máscaras de la apariencia; camino, me detengo, pienso, vuelvo a caminar y creo que actuo. Me reincorporo a la vida. En las calles veo casas pobres, enormes congales, y alguna que otra raramente abandonada. Eh, a dónde iba? en fin...
Aquí, afuera, un vagabundo decía que no hay principios, ni finales, ni mucho menos felices o tristes, o de ninguna otra clase, todo era oblicuo para él. Pero tenía la continuidad loca del que espera que aparezca algo por mínimo que sea y por lo que merezca la pena esperar. Es poderosa... Y es curioso, apareció esa continuidad que esperaba.
Ahora estoy adentro. Ya no creo en las casualidades. La fortuna o el azar, esa causa a la que se le atribuyen sucesos buenos o malos, son tan importante para algunos. A decir verdad, tenía buena suerte, tenía principios y finales, buenos y malos, tenía la tendencia de esperar cosas, casi lo tenía todo, pude haberlo tenido todo... -¿realmente se puede tener todo? No lo creo-. Las cosas parecen volver a mí, por no decir que yo voy a ellas, soy un hombre de rutina, para mí siempre existirá un déjà-vu escondido allí afuera, pero aquí adentro vuelvo a ser ese vagabundo soslayado ...si eso es estar despierto, es difícil tener sueños.