jueves, 28 de diciembre de 2006

El abandono de la soledad

No tengo la más remota idea de cuando me volví un soledoso, debí haber sido desde hace muchos meses atrás, tal vez años...

Cuando alguien me pregunta qué cómo estoy, generalmente digo "que bien", debo ser más sincero conmigo y empezar a decir "solo". No hablo de esa soledad física, -ni del abandono de la soledad-, más bien hablo del abandono espiritual. Hay veces que quisiera que por una sola ocasión algo me llene el alma, (si es que existe una...) El alma.., ese aspecto inmaterial, o esa esencia de una persona, unida al cuerpo durante la vida y separable con la muerte, aunque siento que ya me ha desamparado.

"...es que hay veces que no tengo ganas de pensar en nada y olvidarme de todo, pero no lo hago, ahora mismo quisiera irme, lejos de mi cuerpo, muy lejos". -pienso-. Un amigo me dijo hace tiempo ¿para qué escribimos? ...releo y no estoy contento; tampoco quiero ser escritor... Lo recuerdas? Y aún así lo sigo haciendo. Es para ti este párrafo.

La soledad también sabe a muchos días a mí, aunque injustamente para ella no sé qué he comido para sentirla y ni tan desesperado para soñar con romperle las rejas del aislamiento. Esta mañana no la hubiera saludado, así como a la gente a la que evitas. Esta vez no le daré las buenas noches.

Casi siempre la soledad acaba mezclándose con la tristeza, como si jugaran a ser principio y fin; es entonces cuando es más fácil dejar pasar todo, pese a saber que el perro se volvió a morder la cola. Yo fui ese perro.

Me llegan palabras que aún no entiendo; Uno nació solo. Uno empieza a escribir muchas cosas cuando tiene uno de esos días de inevitable soledad, de esos que no pueden ser anulados; tendré que aprender a vivir conmigo, y no es fácil.


soy como un niño, que se pone a jugar en la sopa de letras, y cuando ya no encuentra más palabras para formar... llora...